Relación entre la Revolución Industrial y la calidad de vida de la población.
Es claro que existe una correlación entre los desarrollos tecnológicos y otros suministros de comodidades que proporcionaron una clara mejora en la calidad de vida. Todo el progreso que impulsó la Revolución Industrial se tradujo como el camino hacia el confort y la creación de beneficios para la raza humana.
La Revolución Industrial determinó cambios estructurales en las actividades laborales, económicas, sociales, políticas. Se constituyó sobre la base de una estructura comercial, que priorizaba los intereses económicos de los burgueses. Debido a que éste no fue un proceso lineal u organizado para el beneficio de todos los habitantes, surgieron ciertas diferencias, que más tarde contribuyeron a la nueva estructuración socio-económica.
De esta manera se condujo al empobrecimiento de algunos sectores y el sobre enriquecimiento de otros. Es un error considerar que la Revolución Industrial mejoró el nivel de vida general de la población sólo por haber beneficiado claramente en ciertos aspectos a determinados sectores sociales, puesto que también contrajo ciertos perjuicios para alguno de ellos.
Los comerciantes constituyeron un sector social muy respetado, y su éxito significó un rápido ascenso social, formando parte de la alta burguesía. De todos, el más beneficiado fue el comerciante ocupado en el comercio colonial.
El resto de la clase media fue adquiriendo cada vez una mayor identidad de clase a partir del nacimiento del proletariado y la consiguiente diferenciación de éste, y fue generalizada a partir de 1830. Ellos exigieron derechos y poder, y no mantuvieron ningún vínculo emocional con el antiguo régimen, por lo que constituyeron la clase primordial en la lucha contra la nobleza y alta aristocracia.
Debido a la fuerte influencia cultural y de principios que impuso la burguesía, fue posible el gran crecimiento de las industrias, la expansión del ecumene* en busca de nuevos mercados, etc... Esto permitió no sólo que hubiera más capas intermedias en la pirámide económica y más matices dentro de las clases medias; sino que éstas se convirtieran en símbolo de progreso, vida urbana, racionalidad, etc...
En 1830 se comenzó a plantear el problema del excedente de capital de los burgueses, que en vez de redistribuirlo entre las clases menos favorecidas, fue reinvertido en el crecimiento de los ferrocarriles, otorgándole así más comodidades a ellos mismos.
"La clase media triunfante y aquellos que aspiraban a emularla estaban satisfechos. No así el trabajador pobre - la mayoría, dada la naturaleza de las cosas- cuyo mundo y formas de vida tradicionales destruyó la Revolución Industrial, sin ofrecerle nada a cambio"*
El proletariado nació como clase de trabajadores fabriles, provenientes a menudo de zonas rurales. Ellos debieron adaptarse a un modo de vida absolutamente ajeno, difícil e injusto.
Sin embargo dentro de la clase obrera existieron matices, entre los que trabajaban propiamente en las nuevas industrias, los mineros, los que no se vieron tan afectados por la Revolución Industrial y aquellos a los que ésta les había destrozado la actividad laboral.
La relación establecida entre el obrero y su patrón era el salario, la remuneración económica en metálico que recibía a cambio del trabajo en los medios de producción del capitalista. Esto se diferenciaba fuertemente de la anterior forma (rural) de trabajo que ellos poseían, donde sus ingresos estaban en relación directa a sus propios medios de producción y a las ganancias de la cosecha. Esta diferencia estableció una mayor brecha social entre el patrón y el trabajador, pues multiplicó los beneficios de la clase media a costa de los obreros, cuyo único beneficio prácticamente era seguir vivos.
El trabajo industrial, además, impuso un ritmo con horarios estrictos, constante, mecanizado, que no guardaba relación con el trabajo antes realizado en las actividades agrícolas o artesanales. La racionalización del tiempo en el trabajo empeoró la situación para los obreros tornándola casi inhumana. Más allá del salario (por el cual los historiadores discuten si era alto o bajo), la cantidad de horas de trabajo impuesta por la industrialización empeoró la calidad de vida de todo el proletariado.
"Sólo el trabajo ininterrumpido y constante podía proporcionarles el suficiente dinero para seguir vivos, de modo que nos les quedaba más tiempo libre que el de comer y dormir y, puesto que se trataba de un país cristiano, rezar en domingo".
"Los trabajadores estaban sujetos a un gran esfuerzo nervioso por la monotonía tanto de la rutina mecánica como de la disciplina fabril (...) que provoca, a menudo, enfermedades nerviosas..."
A causa de la gran oferta de trabajadores, éstos no podían darse el lujo de renunciar, y debían trabajar a cambio de salarios muy bajos, desproporcionados en relación con el número de horas y el esfuerzo realizado.
Los burgueses industriales, dueños de las fábricas, querían sacarles el mayor jugo productivo a sus trabajadores sin importar a qué costo; por lo que impusieron sanciones y castigos para mantener el control y la disciplina, y aumentar al máximo posible el rendimiento de los obreros. A cambio se les pagaba con el mismo salario.
Esta situación cambió parcialmente cuando los obreros se transformaron en actores esenciales del consumo, que hasta el momento no se tenía en cuenta y por lo que se debían ampliar continuamente los mercados. Este nuevo aspecto comercial dio la capacidad a los burgueses de aumentar poderosamente su producción, y consecuentemente su ganancia, pero para ello debieron aumentar los salarios un poco, por encima de lo estrictamente necesario para vivir.
Con la Revolución industrial se introdujeron en el proceso de producción, máquinas y herramientas accionadas mediante nuevas fuentes de energía, producidas a partir de combustibles sólidos y cuyo consumo fue aumentando de modo ascendente. Los efectos de la combustión de dichos productos empezaron progresivamente a ejercer sus efectos sobre la biosfera. Asimismo, al aumentar la producción humana de materiales, las consecuencias del no-reciclaje de muchas sustancias se hicieron cada vez más patentes en la naturaleza.
A todo esto hay que añadir los efectos del "fenómeno urbano", explicados a continuación, que dieron como resultado la recesión de los sistemas naturales y una creciente contaminación del medio ambiente, derivada de unas formas de consumo de energía, de multiplicación del volumen y densidad de materiales y de una organización del espacio que no respetaron las leyes ecológicas a las que la sociedad humana está sujeta.
"La marcha hacia la muerte ha comenzado. La primera advertencia la hizo Freud ya antes de Hitler: es que la civilización, al mismo tiempo que bienestar, procura malestar, porque las fuerzas de la libido* que ella reprime se acumulan en forma explosiva. La segunda advertencia la hizo Hiroshima y la continúa, de un modo casi inaudible, el tictac de las pequeñas bombas francesas en Mururoa. La tercera advertencia fue la alarma demográfica, desde Sauvy* hasta Ehrlich*, que reveló el crecimiento exponencial de la población ya antes que el de la industria, siendo ésta la cuarta advertencia, la advertencia ecológica"
El fenómeno urbano adquirió en la segunda mitad del siglo una amplitud sin precedentes. Hasta 1850, en todas partes, salvo en Inglaterra, predominaba la población rural. Ahora el movimiento de concentración en provecho de las ciudades se precipitaba rápidamente. Tal incremento no puede ser atribuido a una progresión natural sino al éxodo campesino.
Este fenómeno afectó las relaciones laborales, que se vieron alteradas al cambiar, el hombre, su forma de trabajo. Éste acabó por ser llamado a las fábricas (el trabajo salía de las casas).
Proudhon* habla de "la ciudad nueva, monótona y fastidiosa de Mr. Hausmann*, con sus bulevares* rectilíneos, con sus hoteles gigantescos, con sus muelles magníficos, pero desiertos, con su río desanimado que no lleva más que piedras y arena, con sus estaciones de ferrocarril, que reemplazando los puertos de la vieja ciudad, han destruido su razón de ser, con sus jardines, sus teatros nuevos, sus legiones de barrenderos y su polvo espantoso". La especialización de los barrios se precisa, adquiriendo cada uno su peculiar aspecto arquitectural: barrios del gran comercio, barrios de las estaciones, barrios de las administraciones.
Por lo tanto se puede decir que la industrialización tuvo repercusiones conmocionantes sobre las ciudades. En primer lugar, porque a en ellas se instalaron las fábricas y, en segundo lugar, porque ello provocó amplios movimientos migratorios de campesinos pobres, atraídos por el salario industrial, para los cuales hubo que preparar acomodo. Las ciudades atrajeron a la industria y la industria hizo crecer a las ciudades. Entre 1790 y 1841, Londres pasó de 1.000.000 de habitantes a 2.235.000.
Resumiendo, se puede decir que la iniciación del proceso de industrialización tuvo una repercusiones claras en las formas de urbanización, que se han dejado sentir más o menos intensamente y con mayor o menor prontitud, en función de los ritmos nacionales correspondientes. Esas repercusiones caracterizaron a la ciudad industrial a finales del siglo XIX y principios del XX, como una nueva forma de urbanización en la que la ciudad se sacrificaba en gran medida a la producción económica. Pero es necesario recordar que todo lo dicho ha estado referido a la forma inicial de producirse la industrialización.
Aderlis S. Marquez G.
CRF
http://html.rincondelvago.com/avances-tecnologicos-y-consecuencias-de-la-primera-revolucion-industrial.html
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