domingo, 13 de marzo de 2011

Inventores: Thomas Alva Edison




(Milan, 1847 - West Orange, 1931) Inventor norteamericano, el más
genial de la era moderna.
Su madre logró despertar la inteligencia del joven Edison, que era alérgico a la monotonía de la
escuela. El milagro se produjo tras la lectura de un libro que ella le proporcionó titulado Escuela
de Filosofía Natural, de Richard Green Parker; tal fue su fascinación que quiso realizar por sí
mismo todos los experimentos y comprobar todas las teorías que contenía. Ayudado por su
madre, instaló en el sótano de su casa un pequeño laboratorio convencido de que iba a ser
inventor.

A los doce años, sin olvidar su pasión por los experimentos, consideró que estaba en su mano
ganar dinero contante y sonante materializando alguna de sus buenas ocurrencias. Su primera
iniciativa fue vender periódicos y chucherías en el tren que hacía el trayecto de Port Huron a
Detroit. Había estallado la Guerra de Secesión y los viajeros estaban ávidos de noticias.
Edison convenció a los telegrafistas de la línea férrea para que expusieran en los tablones
de anuncios de las estaciones breves titulares sobre el desarrollo de la contienda, sin olvidar
añadir al pie que los detalles completos aparecían en los periódicos; esos periódicos los vendía
el propio Edison en el tren y no hay que decir que se los quitaban de las manos. Al mismo
tiempo, compraba sin cesar revistas científicas, libros y aparatos, y llegó a convertir el vagón
de equipajes del convoy en un nuevo laboratorio. Aprendió a telegrafiar y, tras conseguir a
bajo precio y de segunda mano una prensa de imprimir, comenzó a publicar un periódico
por su cuenta, el Weekly Herald.
En los años siguientes, Edison peregrinó por diversas ciudades desempeñando labores
de telegrafista en varias compañías y dedicando su tiempo libre a investigar. En Boston
construyó un aparato para registrar automáticamente los votos y lo ofreció al Congreso.
Los políticos consideraron que el invento era tan perfecto que no cabía otra posibilidad que
rechazarlo. Ese mismo día, Edison tomó dos decisiones. En primer lugar, se juró que jamás
inventaría nada que no fuera, además de novedoso, práctico y rentable. En segundo lugar,
abandonó su carrera de telegrafista. Acto seguido formó una sociedad y se puso a trabajar.
Perfeccionó el telégrafo automático, inventó un aparato para transmitir las oscilaciones de los
valores bursátiles, colaboró en la construcción de la primera máquina de escribir y dio aplicación
práctica al teléfono mediante la adopción del micrófono de carbón. Su nombre empezó a
ser conocido, sus inventos ya le reportaban beneficios y Edison pudo comprar maquinaria
y contratar obreros. Para él no contaban las horas. Era muy exigente con su personal
y le gustaba que trabajase a destajo, con lo que los resultados eran frecuentemente
positivos.
A los veintinueve años cuando compró un extenso terreno en la aldea de Menlo Park,
cerca de Nueva York, e hizo construir allí un nuevo taller y una residencia para su familia.
Edison se había casado a finales de 1871 con Mary Stilwell; la nota más destacada de la
boda fue el trabajo que le costó al padrino hacer que el novio se pusiera unos guantes
blancos para la ceremonia. Ahora debía sostener un hogar y se dedicó, con más ahínco
si cabe, a trabajos productivos.
Su principal virtud era sin duda su extraordinaria capacidad de trabajo. Cualquier
detalle en el curso de sus investigaciones le hacía vislumbrar la posibilidad de un nuevo
hallazgo. Recién instalado en Menlo Park, se hallaba sin embargo totalmente concentrado
en un nuevo aparato para grabar vibraciones sonoras. La idea ya era antigua e incluso
se había logrado registrar sonidos en un cilindro de cera, pero nadie había logrado
reproducirlos. Edison trabajó día y noche en el proyecto y al fin, en agosto de 1877,
entregó a uno de sus técnicos un extraño boceto, diciéndole que construyese aquel
artilugio sin pérdida de tiempo. Al fin, Edison conectó la máquina. Todos pudieron
escuchar una canción que había entonado uno de los empleados minutos antes.
Edison acababa de culminar uno de sus grandes inventos: el fonógrafo.
Pero no todo eran triunfos. Muchas de las investigaciones iniciadas por Edison
terminaron en sonoros fracasos. Cuando las pruebas no eran satisfactorias,
experimentaba con nuevos materiales, los combinaba de modo diferente
y seguía intentándolo.
En abril de 1879, Edison abordó las investigaciones sobre la luz eléctrica. La competencia
era muy enconada y varios laboratorios habían patentado ya sus lámparas.
El problema consistía en encontrar un material capaz de mantener una bombilla
encendida largo tiempo. Después de probar diversos elementos con resultados
negativos, Edison encontró por fin el filamento de bambú carbonizado.
Inmediatamente adquirió grandes cantidades de bambú y, haciendo gala de su
pragmatismo, instaló un taller para fabricar él mismo las bombillas. Luego, para
demostrar que el alumbrado eléctrico era más económico que el de gas, empezó
a vender sus lámparas a cuarenta centavos, aunque a él fabricarlas le costase más
de un dólar; su objetivo era hacer que aumentase la demanda para poder
producirlas en grandes cantidades y rebajar los costes por unidad. En poco
tiempo consiguió que cada bombilla le costase treinta y siete centavos:
el negocio empezó a marchar como la seda.
Su fama se propagó por el mundo a medida que la luz eléctrica se imponía.
Edison, que tras la muerte de su primera esposa había vuelto a casarse, visitó
Europa y fue recibido en olor de multitudes. De regreso en los Estados Unidos
creó diversas empresas y continuó trabajando con el mismo ardor de siempre.
Todos sus inventos eran patentados y explotados de inmediato, y no tardaban
en producir beneficios sustanciosos. Entretanto, el trabajo parecía mantenerlo
en forma. Su única preocupación en materia de salud consistía en no ganar peso.
Era irregular en sus comidas, se acostaba tarde y se levantaba temprano, nunca
hizo deporte de ninguna clase y a menudo mascaba tabaco. Pero lo más sorprendente
de su carácter era su invulnerabilidad ante el desaliento. Ningún contratiempo
era capaz de desanimarlo.
En los años veinte, sus conciudadanos le señalaron en las encuestas como el
hombre más grande de Estados Unidos. Incluso el Congreso se ocupó de su fama,
calculándose que Edison había añadido un promedio de treinta millones de
dólares al año a la riqueza nacional por un periodo de medio siglo. Nunca antes
se había tasado con tal exactitud algo tan intangible como el genio. Su popularidad
llegó a ser inmensa. En 1927 fue nombrado miembro de la National Academy
of Sciences y al año siguiente el presidente Coolidge le hizo entrega de una medalla de
oro que para él había hecho grabar el Congreso. Tenía ochenta y cuatro años cuando
un ataque de uremia abatió sus últimas energías.

Aderlis S. Marquez G.
CRF
http://www.taringa.net/posts/info/1044899/Grandes-Fisicos-e-Inventores.html

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